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Categoría: Azar, Aleatoriedad y Determinismo

El azar, no es mas que una causa secreta y oculta.

De los dioses al azar: historia y presente del determinismo

Introducción

¿Alguna vez te has preguntado si todo lo que ocurre en tu vida ya estaba decidido de antemano? ¿O si, por el contrario, tienes el poder de cambiar tu destino? Estas preguntas han acompañado a la humanidad durante siglos y nos llevan a un concepto fascinante: el determinismo.

Definición sencilla de determinismo

El determinismo es una idea filosófica que sostiene que todo lo que sucede, desde los movimientos de los planetas hasta nuestras decisiones diarias, ocurre porque está causado por algo anterior. En otras palabras, nada sucede por casualidad: cada evento es consecuencia de causas previas.

El determinismo en la antigüedad

  • Destino y fatalismo: En la antigua Grecia, el determinismo estaba muy ligado a la idea del destino o “hado”. Se pensaba que los dioses o fuerzas superiores ya habían escrito el futuro de cada persona, y nada podía cambiarlo.
  • Filosofía clásica: Filósofos como los estoicos y los atomistas creían que todo en el universo seguía leyes naturales, y que incluso nuestras acciones estaban determinadas por esas leyes.

El determinismo en la Edad Media

Durante la Edad Media, el debate se trasladó al terreno religioso. Se discutía si Dios, al ser omnisciente, ya conocía y determinaba todo lo que iba a suceder, incluso nuestras decisiones morales. Aquí surge la tensión entre determinismo y libre albedrío, una discusión que sigue vigente hoy en día.

El determinismo en la ciencia moderna

Con la llegada de la ciencia moderna en los siglos XVII y XVIII, la idea de determinismo se volvió más “científica”. El físico Pierre-Simon Laplace imaginó a un ser (llamado “el demonio de Laplace”) que, conociendo todas las leyes de la naturaleza y la posición de todas las partículas en el universo, podría predecir el pasado y el futuro con total exactitud.

Tipos de determinismo

  • Determinismo causal: Todo evento tiene una causa anterior. Si conociéramos todas las causas, podríamos predecir cualquier suceso.
  • Determinismo lógico: Sostiene que el valor de verdad de cualquier afirmación sobre el futuro ya está definido, aunque no lo sepamos.
  • Determinismo epistémico: Si se conoce un hecho futuro, ese hecho es inevitable.
  • Determinismo fuerte: No existe el azar, todo está completamente determinado.
  • Determinismo débil: Acepta que puede haber cierto grado de azar, pero la mayoría de los eventos siguen patrones causales.

El determinismo en la actualidad

Hoy, la ciencia ha puesto en duda el determinismo absoluto. La física cuántica, por ejemplo, ha demostrado que en el mundo subatómico existe el azar y la indeterminación. Además, en áreas como la biología y la psicología, se reconoce que aunque muchos factores influyen en nuestro comportamiento, no todo está completamente predeterminado.

¿Y el libre albedrío?

El debate entre determinismo y libre albedrío sigue abierto. Algunos piensan que, aunque el universo funcione por leyes, los seres humanos tenemos cierta libertad para elegir. Otros creen que nuestras decisiones también son el resultado de causas previas, aunque no siempre seamos conscientes de ellas.

Resumen

El determinismo es una idea que ha evolucionado desde el destino antiguo hasta las complejas teorías científicas modernas. Aunque la ciencia ha mostrado que no todo es completamente predecible, la pregunta sobre si somos realmente libres o no sigue siendo uno de los grandes misterios de la humanidad.

Cómo Navegar lo Impredecible

En un mundo lleno de cambios constantes, información contradictoria y sistemas complejos, muchas veces nos encontramos frente a situaciones que parecen caóticas, impredecibles o incluso aleatorias.

Y aunque no podemos controlar todo lo que sucede a nuestro alrededor, sí existe una forma inteligente de navegar esos entornos inciertos: a través del principio de dualidad predictiva.

¿Qué es la dualidad predictiva?

Según lo explica Tony Pistone en su ensayo «Principio de dualidad predictiva», este concepto surge de la idea de que en todo sistema dinámico, cada forma que se crea trae consigo su opuesto. Es decir, detrás de cada evento, acción o tendencia, siempre se manifiesta una contraparte. Esta relación entre opuestos no es casual, sino inherente al funcionamiento de los sistemas complejos.

Entonces, aunque no podamos prever con exactitud cómo se va a comportar un sistema caótico, sí podemos aprender a reconocer sus polaridades emergentes y posicionarnos estratégicamente.

El secreto no está en dominar el caos, sino en saber moverse entre sus manifestaciones.

La clave: Elegir el lado correcto (y saber cuándo cambiar)

Vivimos rodeados de dualidades: éxito y fracaso, orden y desorden, luz y sombra. Pero muchas veces actuamos como si solo existiera uno de los lados, ignorando que ambos están siempre presentes.

La idea no es negar el lado oscuro o negativo de una situación, sino reconocerlo, neutralizar su impacto en nosotros y posicionarnos conscientemente en el polo que nos acerca a nuestros objetivos.

Por ejemplo:

  • Cuando surge una crisis, algunos ven caos; otros, oportunidad.
  • Frente a un conflicto, unos se estancan en el problema; otros lo usan como motor de crecimiento.

Y lo más importante: este posicionamiento no es definitivo. A medida que las circunstancias cambian, debemos estar dispuestos a ajustar nuestra postura con flexibilidad y claridad, sin aferrarnos a decisiones pasadas cuando ya no sirven al presente.

Neutraliza lo negativo, sin reprimirlo

Aprovechar el caos no significa ignorar sus aspectos oscuros. Al contrario: implica dejar pasar lo que no nos sirve sin quedárnoslo, sin internalizarlo. Es como tener un filtro emocional y mental que permite ver el peligro sin temerlo tanto, o reconocer la pérdida sin aferrarse a ella.

Esto no es negación, es discernimiento.
No es optimismo ciego, es equilibrio consciente.

No se trata de ver el mundo como queremos que sea, sino de elegir cómo queremos responder a cómo es realmente.

Equilibrio dinámico: Vivir en movimiento

Al final, el objetivo no es alcanzar un estado perfecto de control o estabilidad absoluta (algo imposible en sistemas caóticos), sino desarrollar un equilibrio en movimiento. Un estado interno flexible que nos permita adaptarnos sin perder de vista quiénes somos y hacia dónde queremos ir.

Este equilibrio se construye con:

  • Autoconciencia
  • Claridad de propósito
  • Capacidad de respuesta rápida
  • Conexión con nuestros valores internos

Reflexión Final

En medio del caos, no necesitas control total. Solo necesitas saber mirar, elegir tu lugar, actuar con intención y corregir con sabiduría.

Porque en cada momento hay dos caras: la que te invita a hundirte y la que te ayuda a elevarte.

Tu misión no es eliminar el caos…
Es aprender a moverte con él, desde el centro de tu propia claridad.

Cómo influye el concepto de desorden matemático en nuestra percepción del azar

¿Qué es el desorden matemático?

En matemáticas, el desorden se refiere a la ausencia de patrones o regularidades en una secuencia o sistema. Este concepto se formaliza a través de herramientas como la teoría del caos, la entropía y la complejidad algorítmica. El desorden matemático no implica necesariamente confusión absoluta, sino la imposibilidad de predecir el comportamiento de un sistema a largo plazo, incluso si sus reglas son deterministas.

Desorden, azar y su relación

  • Azar: Tradicionalmente, el azar se asocia a la imprevisibilidad y la falta de causa aparente. Sin embargo, desde la perspectiva matemática, el azar puede entenderse como una manifestación de desorden en una secuencia o sistema.
  • Desorden como medida del azar: Se ha intentado definir el azar como una propiedad objetiva de los sistemas físicos, identificándolo con el desorden medido matemáticamente en sucesiones de resultados (por ejemplo, lanzamientos de una moneda).

Ejemplo: El atractor de Lorenz

  • Es un sistema dinámico determinista que, sin embargo, produce comportamientos impredecibles y altamente sensibles a las condiciones iniciales.
  • Su gráfica tiene una forma característica similar a unas alas de mariposa, y aunque el sistema está regido por ecuaciones deterministas, su evolución parece aleatoria y desordenada.
  • Este fenómeno muestra cómo un sistema completamente determinista puede generar un desorden aparente, lo que desafía la distinción clásica entre azar y causalidad.

Influencia en la percepción del azar

El atractor de Lorenz ejemplifica que la imprevisibilidad y el desorden matemático pueden surgir sin necesidad de un azar intrínseco, sino por la complejidad y sensibilidad de los sistemas. Esto modifica la percepción común del azar, mostrando que lo que parece azaroso puede tener causas deterministas ocultas, pero difíciles de conocer o predecir.

Este ejemplo es fundamental para entender fenómenos naturales complejos como el clima, donde pequeñas diferencias en las condiciones iniciales pueden llevar a resultados muy distintos, dando la impresión de azar aunque el sistema sea determinista.

Así, el atractor de Lorenz y la teoría del caos en general son ejemplos claros de cómo el desorden matemático influye en nuestra percepción del azar, ampliando la comprensión tradicional del concepto.

Influencia en la percepción humana del azar

  • Desorden y percepción de aleatoriedad: Cuando observamos una secuencia sin patrones evidentes, tendemos a interpretarla como producto del azar. El desorden matemático refuerza esta percepción, ya que la ausencia de regularidad se asocia intuitivamente a la falta de causa o control.
  • Teoría del caos: La teoría del caos muestra que sistemas deterministas pueden exhibir comportamientos impredecibles y desordenados, lo que desafía la distinción tradicional entre azar y determinismo. Esto influye en nuestra percepción, ya que incluso sistemas con reglas fijas pueden parecer azarosos debido a su sensibilidad a las condiciones iniciales.
  • Entropía: En teoría de la información, la entropía mide el grado de desorden o incertidumbre de un sistema. Una entropía alta implica máxima incertidumbre y, por tanto, máxima percepción de azar.

Limitaciones del desorden como explicación del azar

  • El desorden matemático ayuda a formalizar y cuantificar la percepción del azar, pero no agota el concepto. Existen secuencias desordenadas que no son verdaderamente azarosas desde el punto de vista físico, y viceversa.
  • La reducción del azar a una medida de desorden puede ser insuficiente para explicar fenómenos físicos complejos, donde intervienen factores causales y contextuales más allá de la simple irregularidad matemática.

Conclusión

El desorden matemático influye profundamente en nuestra percepción del azar, ya que la ausencia de patrones y la imprevisibilidad se interpretan como señales de aleatoriedad. Sin embargo, la relación entre desorden y azar es compleja: no todo lo desordenado es azaroso, y no todo lo azaroso es completamente desordenado. La matemática proporciona herramientas para medir y analizar el desorden, enriqueciendo así nuestra comprensión y percepción del azar en la naturaleza y en los sistemas creados por el ser humano.

Antifragilidad: ¿Cómo el Caos Puede Convertirse en Tu Mayor Aliado?

¿Alguna vez has deseado que el desorden, la incertidumbre o incluso los problemas te hicieran más fuerte en lugar de debilitarte? Este es precisamente el concepto revolucionario propuesto por Nassim Nicholas Taleb, uno de los pensadores más heterodoxos y originales de la actualidad. En su influyente obra Antifrágil: Las cosas que se benefician del desorden, Taleb nos muestra una perspectiva radical: no solo es posible sobrevivir al caos, sino también prosperar y sacar provecho de él.

Si en su libro El cisne negro Taleb nos reveló que los eventos impredecibles e improbables son una parte inherente de nuestro mundo, en Antifrágil va un paso más allá, transformando la incertidumbre en algo deseable e incluso necesario. ¡Prepárate para entender cómo el desorden puede ser tu mejor herramienta!

¿Qué es la Antifragilidad? Una Definición Revolucionaria

Para comprender la antifragilidad, primero debemos distinguir sus opuestos. Imagina que vas a enviar un regalo frágil, como copas de champán, y escribes «frágil» o «manejar con cuidado» en el paquete. Esto indica que lo frágil es aquello que se daña con el estrés o la aleatoriedad.

La mayoría de la gente pensaría que lo contrario de frágil es «robusto», «resistente» o «sólido». Sin embargo, Taleb argumenta que lo robusto es aquello que ni se rompe ni mejora ante el estrés; simplemente permanece indemne en el mejor y en el peor de los casos. Nunca verías un paquete que diga «robusto» en letras grandes.

Entonces, ¿cuál es el opuesto exacto? Taleb acuñó el neologismo «antifrágil» porque no existía una palabra simple en ningún idioma que expresara esta «fragilidad a la inversa». Lo antifrágil es el opuesto exacto de un paquete «frágil»; sería uno al que se le podría escribir «se ruega maltratar» o «manejar sin cuidado». ¿Por qué? Porque su contenido no solo sería irrompible, sino que se beneficiaría de las sacudidas y los golpes. Es una categoría de cosas que no solo necesitan el caos para sobrevivir, sino que se benefician de él para prosperar y, además, son inmunes a los errores de predicción. Matemáticamente, la antifragilidad es la fragilidad con un signo menos delante. Esta propiedad, según Taleb, está presente en todos los sistemas que han sobrevivido.

La Ceguera Humana ante este Concepto Inesperado

Curiosamente, existe una ceguera intelectual universal hacia el concepto de antifragilidad. No hay una palabra para «antifragilidad» en las principales lenguas, ya sean modernas, antiguas, coloquiales o de argot. Esto significa que, como humanidad, «no tenemos un nombre para la mitad —la mitad interesante— de la vida».

Taleb compara esta dificultad para reconocer la antifragilidad con cómo algunos pueblos antiguos no tenían nombres para ciertos colores (como el azul), a pesar de que biológicamente podían verlos. De manera similar, nuestra incapacidad para ver la antifragilidad no es orgánica, sino intelectual.

Lecciones de la Mitología: Damocles, el Fénix y la Hidra

Para ilustrar estos conceptos, Taleb recurre a poderosas metáforas mitológicas:

  • Damocles (Lo Frágil): Representa lo frágil. Vive bajo una espada que pende sobre su cabeza, sujeta por un solo pelo de caballo. Simboliza un peligro silencioso e inexorable que puede caer de repente tras largos períodos de quietud. Cuanto más compleja y «sofisticada» es una sociedad, más vulnerable es a una gran crisis, cayendo bajo esta «espada de Damocles» si no desarrolla antifragilidad.
  • El Fénix (Lo Robusto): Simboliza lo robusto. Cada vez que muere, renace de sus propias cenizas, volviendo a su estado inicial sin mejorar necesariamente. La ciudad de Beirut, ciudad natal de Taleb, ha sido destruida y reconstruida múltiples veces, asemejándose al Fénix, aunque en su última reconstrucción, mejoró, lo que la acerca a la antifragilidad.
  • La Hidra de Lerna (Lo Antifrágil): Encarna la antifragilidad. Por cada cabeza que se le cortaba, le nacían dos más. Es decir, el daño la beneficiaba. La Hidra implica que el desorden no solo es inevitable, sino que puede ser beneficioso.

Para contrarrestar el éxito y el peligro de una gran crisis, una sociedad debe aspirar a ser como el Fénix o la Hidra, desarrollando robustez y antifragilidad, o la espada de Damocles caerá sobre ella.

Precursores Médicos de la Antifragilidad

Antes de que Taleb acuñara el término, existían ya conceptos en la medicina que mostraban ligeros atisbos de antifragilidad:

  • Mitridatismo: Consiste en la exposición a dosis pequeñas de una sustancia tóxica que, con el tiempo, genera inmunidad a dosis mayores de la misma. Ejemplos históricos incluyen al rey Mitrídates IV de Ponto y a Agripina, madre de Nerón, quienes se «mitridatizaron» para protegerse de envenenamientos. Aunque es un tipo de robustez y no antifragilidad plena, ilustra cómo una pequeña exposición al daño puede fortalecer.
  • Hormesis: Este término, acuñado por farmacólogos, se refiere al fenómeno en el que una dosis pequeña de una sustancia perjudicial puede ser beneficiosa para el organismo, actuando como una medicina al desencadenar una reacción exagerada y positiva. Por ejemplo, pequeñas dosis de veneno estimulaban el crecimiento de la levadura en experimentos de Hugo Shulz en 1888. La hormesis sugiere que la privación de estresores vitales puede ser perjudicial; es decir, la hormesis es la norma y su ausencia es lo que nos daña.

El Obstáculo de la Dependencia del Ámbito

Un impedimento fundamental para reconocer y aplicar la antifragilidad es la dependencia del ámbito. Esta es la dificultad que tenemos los seres humanos para reconocer una misma idea o concepto en diferentes contextos o campos de actividad. Por ejemplo, una persona puede entender la importancia del estrés para fortalecer los huesos o los músculos a través del ejercicio físico, pero ser incapaz de aplicar esa misma lógica a la socioeconomía o a la vida diaria.

Taleb ilustra esto con ejemplos como un banquero intentando replicar ejercicios naturales en un gimnasio con pesas, en lugar de haber obtenido ese mismo beneficio caminando y llevando maletas. Otro ejemplo es la opinión de un ciudadano estadounidense sobre el control de precios por parte del gobierno: se indignaría si se propusiera controlar el precio de los automóviles o periódicos, pero aceptaría que la Reserva Federal controle el tipo de interés, sin reconocer que ambos son «precios». Esta incapacidad de extrapolar conceptos impide ver que el éxito, el crecimiento económico o la innovación pueden surgir de la «sobrecompensación» ante estresores. Taleb concluye que solo esforzándose en superar esta dependencia del ámbito se puede aspirar a la sabiduría y la racionalidad.

Implicaciones Prácticas: Prosperar en la Incertidumbre

La antifragilidad implica una visión no predictiva del mundo. Dado que los «cisnes negros» son impredecibles, no podemos predecir el futuro, pero sí podemos construir sistemas y estrategias que se beneficien de la aleatoriedad y la volatilidad. No se trata de evitar el caos, sino de transformarlo en una ventaja.

Diseñar sistemas que prosperen con el desorden significa reconocer que el desorden no solo es inevitable, sino que puede ser beneficioso, y que solo lo antifrágil perdurará en un mundo incierto. Incluso la información y las ideas pueden ser antifrágiles, beneficiándose de la «censura» o la oposición que las hace proliferar.

En definitiva, la antifragilidad nos invita a cambiar nuestra perspectiva sobre la incertidumbre y el caos, viéndolos no como amenazas a evitar, sino como oportunidades para mejorar y fortalecerse. Es una filosofía de vida y una estrategia para navegar un mundo impredecible, priorizando la capacidad de beneficiarse del desorden.


El azar y la ignorancia (Segun Laplace)

Pierre Simon Laplace fue un astrónomo, físico, matemático y filósofo francés. Continuador de la mecánica newtoniana, hizo un gran aporte para el posterior descubrimiento de la transformada de Laplace, y descubrió la ecuación de Laplace; como estadístico sentó las bases de la teoría analítica de la probabilidad; y como astrónomo planteó la teoría nebular sobre la formación del sistema solar. Compartió la doctrina filosófica del determinismo científico.

Según , Laplace la idea del azar no es más que una manifestación de la ignorancia humana sobre las verdaderas causas que rigen los fenómenos. Para Laplace, el universo es fundamentalmente determinista: todo está perfectamente determinado. Esto significa que cada evento actual es el efecto de un estado anterior y la causa del que le seguirá.

Laplace sostiene que los acontecimientos, incluso aquellos que por su insignificancia parecen no atenerse a las grandes leyes de la naturaleza, son en realidad una secuencia tan necesaria como las revoluciones del Sol. La percepción de que estos eventos dependen del azar o de causas finales se debe simplemente a que ignoramos los lazos que los unen al sistema total del universo. A medida que el conocimiento humano se amplía, estas «causas imaginarias» van siendo descartadas, revelando que el azar es solo una expresión de nuestra ignorancia de las causas reales. En otras palabras, «la palabra azar (chance) solo expresa nuestra ignorancia de las causas de los fenómenos que observamos que ocurren y se suceden sin ningún orden aparente». Prácticamente, su consigna es: «no hay azar, hay ignorancia».

Esta concepción se basa en el principio de razón suficiente, un axioma según el cual una cosa no puede comenzar a existir sin una causa que la produzca, extendiéndose incluso a las acciones más indiferentes. Para Laplace, la «ignorancia de la causa real de un suceso tendría la misma influencia sobre el entendimiento y engendraría un tipo de creencia u opinión similar» a la que surge del azar.

Laplace ilustra esta idea con la noción de una «superinteligencia» hipotética:

• Esta inteligencia conocería en un momento dado todas las fuerzas que animan la naturaleza y la situación de todos los seres que la componen.

• Si fuera lo suficientemente amplia como para someter a análisis tales datos, podría abarcar en una sola fórmula los movimientos de los cuerpos más grandes del universo y los del átomo más ligero.

• Para ella, nada sería incierto, y tanto el futuro como el pasado estarían presentes ante sus ojos.

Aunque el espíritu humano ha logrado un «débil esbozo» de esta inteligencia a través de la astronomía y descubrimientos como el de la gravitación universal, siempre permanecerá infinitamente alejado de ella. Nuestros esfuerzos por buscar la verdad tienden a aproximarnos a esta inteligencia, pero la distancia es ineludible.

Frente a la imposibilidad de que la mente humana acceda a este conocimiento completo, surge la teoría del azar o cálculo de probabilidades. Esta teoría es el «paliativo» que Laplace ofrece para nuestra «debilidad de la mente humana». La probabilidad es, por lo tanto, «relativa en parte a nuestra ignorancia y en parte a nuestro conocimiento». Consiste en reducir todos los acontecimientos de un mismo tipo a un número de casos igualmente posibles y determinar cuántos de esos casos son favorables al evento buscado. La proporción entre estos casos favorables y el total de casos posibles es la medida de la probabilidad. Para Laplace, la teoría de las probabilidades es «buen sentido reducido a cálculo».

Laplace aplicó esta visión determinista y el cálculo de probabilidades para explicar fenómenos que antes se atribuían a la providencia o al azar:

• Demostró que las anomalías en los movimientos de Júpiter y Saturno, que incluso Newton había atribuido a la necesidad de correcciones divinas, eran en realidad fenómenos de autorrectificación resultantes de la interacción gravitatoria.

• Afirmó que la regularidad observada en fenómenos como el regreso de los cometas de Halley se da en todos los fenómenos, incluso en la trayectoria de una simple molécula de aire, que está «determinada de una forma tan exacta como las órbitas de los planetas».

• Criticó las supersticiones y creencias en la astrología o la buena/mala suerte, señalando que se basan en la atención selectiva a las coincidencias y la ignorancia del vasto número de no-coincidencias o de las verdaderas causas. El espíritu humano tiene sus ilusiones, y la reflexión y el cálculo las corrigen.

• Observó que, incluso en los juegos de azar, donde se cree que el pasado influye en el futuro, «el pasado no tiene ninguna influencia sobre el futuro», y las «salidas más frecuentes de un número no son más que anomalías del azar». La ilusión de que el azar tiene preferencias hacia el jugador es una manifestación del sentimiento humano de colocarse en el centro del universo.

• La ley de los grandes números es un ejemplo clave de cómo, «en medio de las causas variables y desconocidas agrupadas bajo el nombre de azar», una «notable regularidad» emerge a medida que los acontecimientos se multiplican indefinidamente. Esto demuestra que la regularidad acaba por establecerse «hasta en las cosas más subordinadas a eso que llamamos azar».

En última instancia, para Laplace, la teoría de las probabilidades es una herramienta para navegar la complejidad del mundo y compensar nuestra limitada capacidad de conocerlo en su totalidad, siempre bajo la convicción de un universo fundamentalmente ordenado y determinado.

La Doctrina de las Probabilidades en los Juegos de Azar

Los juegos de azar, desde una simple tirada de dados hasta la lotería, siempre han fascinado a la humanidad. A menudo, recurrimos a conceptos como la «suerte» para explicar victorias o derrotas. Sin embargo, ¿qué tan cierta es la existencia de la suerte, o hay una ciencia detrás de esta aparente aleatoriedad? La Doctrina de las Probabilidades se adentra en esta cuestión, ofreciendo un método para calcular la probabilidad de los eventos en el juego y, en un sentido más amplio, para distinguir la verdad de aquello que solo la aparenta.

Desafiando la Noción de «Suerte»

La obra «The Doctrine of Chances» de A. De Moivre es fundamental para entender los juegos de azar desde una perspectiva matemática. Uno de sus usos es precisamente el de curar un tipo de superstición muy arraigado: la idea de que existe la «suerte» (buena o mala) en el juego.

De Moivre argumenta que la noción de suerte es meramente quimérica. Por ejemplo, perder quince juegos consecutivos en Piquet, aunque sea un suceso con probabilidades muy bajas (32767 a 1 en contra), no se debe a la mala suerte. Simplemente, existe una posibilidad, por remota que sea (1 en 32768), de que ocurra por puro azar. Del mismo modo, ganar el premio mayor en una lotería de miles de boletos no es atribuible a la buena suerte, sino a la «mera necesidad de que caiga en alguna mano».

Según esta doctrina, el azar por sí mismo genera las desigualdades en el juego, lo que significa que no necesitamos invocar la suerte para explicar por qué algunas personas ganan y otras pierden. Más allá de los juegos, esta misma lógica se aplica para distinguir eventos que son efecto del azar de aquellos producidos por diseño, señalando que «donde residen la uniformidad, el orden y la constancia, residen también la elección y el diseño».

El Cálculo de las Probabilidades: Conceptos Clave

Para comprender la Doctrina de las Probabilidades, es esencial manejar algunos conceptos básicos:

• Probabilidad de un Evento: Se calcula comparando las oportunidades de que un evento ocurra con el número total de oportunidades (tanto de ocurrir como de fallar). Si un evento tiene 3 oportunidades de ocurrir y 1 de fallar, su probabilidad de ocurrencia es de 3/4.

• Suma de Probabilidades: La probabilidad de que un evento ocurra más la probabilidad de que falle siempre suma uno.

• Odds (Apuestas): Si las probabilidades de ocurrencia y falla son desiguales, existen «odds» a favor o en contra, que son proporcionales a las oportunidades respectivas.

• Expectativa y Riesgo: La expectativa se calcula multiplicando el valor de algo por la probabilidad de obtenerlo, mientras que el riesgo es el valor de algo multiplicado por la probabilidad de perderlo.

De Moivre aplica estos principios a diversos juegos, como las loterías, donde demuestra que, contrariamente a la intuición popular, en una lotería con 39 boletos en blanco por cada premio, 28 boletos son «tan probables de ganar un premio como de no hacerlo». También analiza el juego de Bassete, donde el «Ponte» (apostador) pierde una cantidad específica de su apuesta dependiendo de las cartas en la baraja, o Pharaon, donde la ventaja del banquero es de £2 19s 10d por cada £100 apostados.

La Causalidad, el Hábito y los Límites del Conocimiento

La perspectiva del filósofo David Hume complementa esta visión. Hume distingue entre las «relaciones de ideas» (como las matemáticas, que son demostrativamente ciertas, ej. 2+2=4) y las «cuestiones de hecho» (conocidas empíricamente, ej. «el Sol saldrá mañana»). Para Hume, todo nuestro razonamiento sobre las cuestiones de hecho se basa en la relación de causa y efecto, pero este conocimiento no se obtiene por razonamiento a priori, sino «enteramente de la experiencia, cuando encontramos que objetos particulares cualesquiera están constantemente unidos entre sí».

No podemos descubrir una «conexión necesaria» inherente que determine el efecto de una causa. Nuestra inferencia causal y las expectativas sobre el futuro se forman por «hábito y costumbre». Por ejemplo, cuando vemos humo e inferimos fuego, es porque en el pasado siempre hemos visto fuego y humo asociados. Esta habituación nos lleva a esperar que el futuro sea como el pasado, aunque Hume enfatiza que esta creencia no es una inferencia lógica, sino un instinto natural que nos guía en la vida.

Incluso en el caso de los milagros, Hume argumenta que una «experiencia firme e inalterable» está en su contra. Para que un testimonio de un milagro sea creíble, su falsedad tendría que ser «más milagrosa que el hecho que intenta establecer». Esta es una forma de aplicar la lógica de la probabilidad y la experiencia para evaluar la veracidad de los eventos, reforzando la idea de que nos guiamos por las regularidades observadas.

El Caos Determinista: Más Allá del Azar Tradicional

Mientras De Moivre y Hume nos muestran cómo la probabilidad y la experiencia nos permiten predecir y entender los juegos de azar, la Teoría del Caos introduce una capa adicional de complejidad. A diferencia del mecanicismo tradicional que postulaba un universo ordenado y predecible, la teoría del caos se enfoca en sistemas complejos que, aunque son deterministas (es decir, su comportamiento está regido por leyes fijas), son impredecibles a largo plazo.

El concepto central del caos es la sensibilidad extrema a las condiciones iniciales, popularmente conocido como el «efecto mariposa». Esto significa que una variación insignificante en las condiciones iniciales de un sistema caótico puede generar respuestas drásticamente diferentes. Esto es evidente en sistemas como el organismo humano o animal, el estado del tiempo o la bolsa de valores, donde el «efecto mariposa» hace muy difícil predecir su comportamiento con seguridad a largo plazo.

Aunque a menudo asociamos el caos con lo aleatorio, su impredecibilidad no se debe a la ausencia de causas, sino a esa sensibilidad profunda a las condiciones iniciales. En este sentido, lo que llamamos «azar» podría ser en realidad una «causa secreta y oculta» que aún no comprendemos por completo. Los sistemas caóticos tienen una gran adaptación al cambio y, por ende, una gran estabilidad. El ruido, en la dinámica del caos, es una señal que muestra un movimiento irregular y no tiene una dimensión finita.

La teoría del caos también introduce el concepto de atractores extraños, que son conjuntos de valores numéricos hacia los cuales un sistema tiende a evolucionar, y que a menudo tienen una estructura fractal. Estos atractores son característicos de la dinámica caótica y demuestran cómo el orden puede emerger del desorden. Un atractor extraño es una forma geométrica o un conjunto de puntos que define el comportamiento a largo plazo de un sistema caótico. A diferencia de los atractores tradicionales (punto fijo, ciclo límite, toro límite), los atractores extraños no son periódicos y son infinitamente complejos. Esto significa que el sistema nunca se repite exactamente, pero permanece confinado dentro de una región limitada del espacio de fases. Las bifurcaciones, que son puntos donde la estabilidad de un sistema cambia, pueden conducir a la creación de atractores extraños.

En esencia, los juegos de azar nos sirven como un excelente laboratorio para la teoría de la probabilidad. Pero al profundizar en la naturaleza de la causalidad, con Hume, y en la impredecibilidad inherente a sistemas complejos, con la teoría del caos, entendemos que la «suerte» es una ilusión. La realidad se rige por una compleja interacción de probabilidades calculables, hábitos de inferencia basados en la experiencia, y un caos determinista que, aunque impredecible a largo plazo, sigue patrones intrincados que podemos esforzarnos por comprender.

El Azar: ¿Evento aleatorio o Causa Secreta?

El azar es un concepto que ha intrigado a la humanidad desde tiempos inmemoriales. En nuestras vidas diarias, a menudo nos encontramos con situaciones que parecen ser pura casualidad, eventos que ocurren sin un motivo aparente o una explicación lógica. Sin embargo, en el trasfondo de esta aparente aleatoriedad, se esconde una fascinante idea: ¿es el azar en realidad una causa secreta y oculta que aún no comprendemos completamente?

Esta premisa nos invita a cuestionar nuestra percepción del azar y a explorar la posibilidad de que detrás de cada evento aparentemente aleatorio se encuentre una serie de causas y condiciones que, si las conociéramos en su totalidad, nos permitirían prever y comprender esos eventos.

Uno de los ejemplos más icónicos de esta idea es el efecto mariposa, una teoría de la física que sugiere que pequeñas perturbaciones en un sistema pueden tener efectos significativos y, a veces, impredecibles en el futuro. En otras palabras, un pequeño cambio en una parte del mundo podría desencadenar una serie de eventos que, en última instancia, resultan en un evento aparentemente aleatorio en otro lugar. Esto plantea la pregunta: ¿es realmente aleatorio, o simplemente no podemos rastrear todas las influencias que lo llevaron a ocurrir?

En la física cuántica, también encontramos una visión intrigante del azar. Los fenómenos cuánticos, como la desintegración de una partícula subatómica, a menudo se consideran aleatorios. Sin embargo, algunos científicos argumentan que esta aparente aleatoriedad podría ser el resultado de nuestra falta de comprensión o de la existencia de variables ocultas que aún no hemos descubierto.

En la vida cotidiana, a menudo encontramos ejemplos de aparente casualidad que nos hacen pensar en la posibilidad de causas secretas y ocultas. Encuentros fortuitos, decisiones espontáneas y coincidencias asombrosas nos hacen reflexionar sobre si el azar es en realidad una manifestación de nuestra incapacidad para ver todas las conexiones invisibles que subyacen en el tejido del universo.

En última instancia, la idea de que el azar es una causa secreta y oculta nos desafía a explorar los límites de nuestro conocimiento y comprensión. Si bien el azar puede parecer un misterio insuperable en muchas ocasiones, también puede ser un recordatorio de que el mundo que habitamos es mucho más complejo de lo que a menudo percibimos a simple vista.

En nuestro afán por comprender el azar, debemos seguir explorando, investigando y cuestionando. Tal vez, con el tiempo, descubriremos que lo que consideramos azar hoy en día es simplemente una manifestación de causas que aún no hemos descubierto. La próxima vez que te encuentres con una casualidad sorprendente en tu vida, pregúntate si realmente es casual o si podría ser la consecuencia de una causa secreta y oculta que algún día entenderemos mejor.